Hay otra ‘ciudad de las artes’, y está en el desierto Black Rock de Nevada. He estado allí y he vuelto para contarlo.

Burning Man no es un festival, aunque resulte más fácil catalogarlo como tal para facilitar la comprensión del evento. Es una ciudad efímera en el desierto que dura una semana, una influyente subcultura organizada en torno a 10 principios, un experimento sociológico de comunidad survivalista, una trepidante galería de arte al aire libre, un campamento para adultos, un parque de atracciones, una sucesión de ritos paganos en los que el fuego juega un papel principal, una pasarela de moda marciana increíblemente ingeniosa y el único lugar del mundo donde todo lo que imaginas es posible.

Por traer el concepto hacia un entorno familiar, es la fiesta patronal de la Contracultura, en el desierto Black Rock de Nevada. Navidad + las Fallas + Carnaval, pero en condiciones hostiles. Se adora a un hombre en llamas –y el  origen de esta ceremonia no está muy claro-, en los bares te reciben con la campechanía y generosidad de las ‘peñas’, se celebran pasacalles, la gente va disfrazada, el hedonismo se cuenta por espuertas, hay más libertad que en la llamda ‘vida normal’ y, como en las tradiciones más arraigadas de nuestros bellos pueblos de España, el esquema consiste en pasarse medio año preparándolo y otro medio hablando de lo bien que lo has pasado. ¡Bienvenidxs a Black Rock City!

Probablemente lo más interesante y definitorio de Burning Man como comunidad improvisada sea su estructura, sólida y empeñada en desvincularse por completo de los intereses comerciales. Quien gestiona la ‘ciudad’ son los propios habitantes, a través del pago de las entradas (la horquilla de precios oscila entre 1200 y 190 dólares) y de su participación activa en la vida diurna y nocturna de Black Rock City. No hay una sola marca visible en la fiesta. Los dj´s pinchan gratis. Te desplazas andando, en bicicleta o en mutante, unos vehículos tuneados como artísticas carrozas. Tampoco puedes comprar nada más que el hielo y algunas bebidas de cafetería (café, té, chocolate…).

Además, están los 10 ‘mandamientos’, (¡pinchen y lean!), toda una filosofía de urbanidad que cada una de las 70.000 personas que asiste al Burning Man interioriza sorprendentemente mejor que la idea de lavarse los dientes después de cada comida o no tirar papeles al suelo. ¿Será porque sólo dura una semana? Muy probablemente… En cualquier caso, esta pedagogía de convivencia funciona mejor que cualquier otro avanzado sistema que haya visto.

Igualmente estimulantes resultan las piezas de arte y la contemplación del personal. A poco que una disfrute con el ingenio ajeno, no deja de maravillarse con el derroche de creatividad en todo, incluidos los atuendos y los arreglos decorativos que se compone todo kiski. No en vano los habitantes están llamados a formar parte del espectáculo. Estar allí es radicalmente distinto que lo que se puede encontrar en cualquier otra ciudad del planeta –excepto, quizá, la capital de Júpiter-, una fantasía sorprendente y fascinante à la Mad Max.

En cuanto a la vestimenta, se lleva mucho el look Xena, princesa guerrera, en todas sus variantes y permutaciones. También el look raver de los 90 estirado al extremo. Alguna gente va desnuda, y otra tanta lo hace con básicos o, incluso, -rompamos incluso con lo que quiere romper-, de traje. Las trenzas de boxeadora son el peinado hegemónico –tengamos en cuenta que hay que sobreponerse a tormentas de arena y lavados de pelo con botella de agüita fresquita que te echas como puedes-, por lo que la practicidad, siempre alineada con la estética, manda.

¿Mi conclusión, una vez de vuelta en lo que ellos llaman el ‘default world’? (el mundo por defecto). Es una ‘ciudad de vacaciones’ que merece cada recurso invertido y a la que ir al menos una vez en la vida. Se entiende que muchas empresas dedicadas a la creatividad pongan un check al lado de tu nombre de pila por haber ido. Todo te rompe la cabeza por varios sitios. Vuelves inspirada y con aprendizajes únicos, puesto que la experiencia lo es, y cómo. El mayor viaje del Burning Man es, en cualquier caso, interior.

Y a todo esto, ¿te animas el año que viene?