Dejar el tabaco tiene sus consecuencias físicas y mentales. Te esperan días de vino y rosas.

Si has apuntado ‘dejar el tabaco en tu pulcra libretita de papel de 2019, sepas que estás a punto de vivir una serie de transformaciones químicas y físicas dignas de Peter Parker.

No es que queramos contradecir a Sara Montiel, faltaría plus, pero fumar, por placentero que resulte una vez se ha producido el enganche a la nicotina, a la elegante (y tan publicitada) parafernalia del gesto y a no tener que pensar qué hacemos con las manos, no es exactamente lo mejor para la salud. Pero tú eso ya lo sabes, que te pasas el día leyendo que el tabaquismo es la primera causa de muerte evitable en España –y que te estás planteando forrar los paquetes para no tener que ver esos pulmones achicharrados con los que te quieren convencer de que lo dejes quienes te lo venden-.

Lo que igual se nos escapa a quienes nos gusta hacer señales de humo de tanto en tanto –la periodicidad va al ritmo de la adicción- es todo lo que pasa en nuestro cuerpo cuando  apagamos el cigarro. En un plazo de tiempo muy corto, el organismo empieza a expresar los beneficios de respirar por su cuenta y riesgo, beneficios que, a la larga, devienen en una digievolución a una persona no fumadora. Una persona que bien podrías ser tú antes de contraer el vicio. Nos lo cuentan los expertos del Hospital Nuestra Señora del Rosario.

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¿Sin vicio yo no quiero estar?

En cuanto dejas de fumar, el cuerpo empieza a combatir la entropía y a reparar daños. Y hablamos de efectos notables a 20 minutos vista. Vamos a desglosarlos todos:

-En 20 minutos, la frecuencia cardíaca y la tensión arterial bajan hasta normalizarse.

-En las primeras 8 horas, el monóxido de carbono, sustancia ciertamente asquerosa que bloquea el transporte de oxígeno en la sangre, se reduce a la mitad, igual que la nicotina.

-Al día ya no queda rastro del monóxido y los pulmones empiezan a eliminar residuos. Pero, ojo, esto no quiere decir que uno ya esté libre de impurezas ni de las enfermedades asociadas directamente al consumo de tabaco.

-A los 2 días, el gusto y el olfato se recuperan notablemente.

-A los 2 o 3 días, y dado que el organismo ha eliminado la nicotina, comienza la pesadilla conocida como síndrome de abstinencia. Aparte de la ansiedad e irritación que acarrea, algunas personas sufren también de cefalea y cansancio.

-Al mes, la función pulmonar comienza a mejorar, y por ende la resistencia a los esfuerzos físicos.

-Al año, el riesgo de sufrir un infarto de miocardio se reduce a la mitad, y continuará disminuyendo de manera progresiva.

-Tras 5 años, la inflamación de las arterias desciende, reduciéndose la posibilidad de presentar un accidente cerebrovascular.

-Después de 10 años, el riesgo de contraer cáncer de pulmón (enfermedad provocada, en un 85% de los casos, por fumar tabaco), disminuye a la mitad.

-Hay que esperar 15 años para tener las mismas posibilidades de sufrir un evento cardíaco que alguien que no ha fumado. El riesgo de desarrollar cáncer de pulmón, si bien disminuye de manera significativa, no desaparece del todo.

Da que pensar, ¿no te parece? Ciertamente podemos seguir  escudándonos en la probabilidad de morir por caída de maceta, pero cuando el principio del placer se opone con tanta fuerza al de realidad, es difícil mantener las ideas peregrinas. De la piel para adentro mandas tú, por supuesto.  Está en tu mano.