Ser mujer sale caro. Literalmente. Se llama la ‘tasa rosa’ y es un hecho estudiado por diversos expertos.

Si tienes un segundo cromosoma X, disponte a pagar por ello. Y no hablamos del más que probable pánico que puedas sentir al volver sola a casa, sino de la diferencia contante y sonante del precio aplicado a las versiones femeninas (rosas, muy rosas) de diversos productos de higiene, de ropa, ¡o de juguetes!

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¿Un ejemplo? Sin salir del Súper de confianza tenemos varios. El más paradigmático lo ofrecen las cuchillas de afeitar básicas, a 0,70 euros por unidad para las femeninas frente a 0,49 para las destinadas a los hombres. Diferencia extendida a los champús y cremas (siempre comparando referencias similares y con la misma sofisticación o simpleza de ingredientes), desodorantes, etc. Las peluquerías apuestan fuerte por la segregación de género cobrando casi el doble a una mujer que a un hombre debido a la ‘incuestionable’ diferencia en el largo de la melena, por lo que si una mujer tiene pelo corto, pagará más que un hombre a lo “Hair” de Milos Forman.

Unos cuantos céntimos extra que, a la larga, pueden devenir en que pagues cerca de 1.400 dólares más al año que los hombres por productos similares, según el cálculo estipulado por la Universidad de California.

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En Europa, la asociación francesa Georgette Sand ha creado todo un movimiento social a través de las redes sociales animando a los consumidores a subir fotos de ejemplos encontrados en los supermercados con la etiqueta #womantax o #pinktax, además de realizar sus propios estudios comparativos entre miles de referencias. La cosa suena, es real, e incluso ha llegado al Parlamento Francés por la fuerza de la polémica.

¿Discriminación hija del patriarcado o estrategia de marketing? Según los expertos, más bien lo segundo, pero con evidentes imbricaciones en el primer concepto. Hay que estar ciego para no querer ver el abuso del estereotipo de género.

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El cuidado de la imagen se ha enfocado históricamente a la mujer. Ellas no solo emplean muchos más productos, sino que están dispuestas a pagar más por ellos. A su vez, al hombre hay que animarle a comprar algo que no siente que necesita, por lo que la única manera de atraer su atención es a través de un precio atractivo.

Tema aparte son los productos de higiene íntima femenina (compresas, tampones, etc), gravados con un IVA del 10% en nuestro país, el mismo que el del caviar, con la diferencia de que éste se puede elegir y la regla, no.

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La primera pregunta es por qué las mujeres han de pagar más por estos intereses arquetípicos y cómo se integra esto en el marco de la brecha salarial, un problema aún sin solución en España. La segunda es cómo poner fin a este fenómeno del peaje rosa, tanto por parte de la empresa como del consumidor.

Mientras éstas ajustan sus parámetros de oferta y demanda en función de códigos algo más éticos, los consumidores tenemos el poder de no pagar más por el mismo producto sin que haya una justificación real de calidad.

¿Nuestro consejo? Fíjate bien en qué quieres comprar y, en el mismo producto básico, compra azul, es un color bonito y relajante, muy Belleza Pura. Quizá con lo que te sobre a fin de año puedas hacerte un viaje.