Mientras las consultas de medicina estética atienden a pacientes cada vez más jóvenes, la venta de cosmética antiedad se ha disparado. Ahora bien: ¿realmente necesitamos combatir el envejecimiento de manera proactiva o es suficiente con cuidar la piel?

¿Te acuerdas de cuándo empezaste a buscar la coletilla antiedad en las cremas que compras? Quizá fue a partir de los 35 o 40, no mucho después de interiorizar que dormir maquillada definitivamente no es buena idea. Sin  embargo, en la última década las cosas han cambiado, y ahora no es raro ver veinteañeras en las consultas de las clínicas de medicina estética bramando por ‘combatir’ signos del envejecimiento que aún no han hecho su aparición.

Casi un tercio de los menores de 35 años utilizan productos con formulación ‘antiarrugas’. Un auge que afecta en general a toda la industria de cuidado de la piel, para la que los expertos predicen un valor de 140.000 millones de euros en 2025. Pero, ¿qué supone prevenir el envejecimiento?

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Para empezar, aclaremos. La piel envejece según el ritmo que establecen la genética y el estilo de vida (factor importantísimo), pero no es un problema que deba solucionarse. No se niega el interés de la prevención, puesto que no hay curación como tal. Pero quizá sea más interesante hablar de buena piel a cualquier edad, prevenir cuando la piel lo demanda y tratar con las estrategias que la innovación tecnológica nos ofrece.

Los productos correctores, por ejemplo, siempre serán populares, especialmente para casos como la pigmentación, que se puede desarrollar en cualquier momento. Pero, en general, es más probable que tengamos en nuestro cuarto de baño un cuidado de la piel de alta tecnología mucho antes de esperar a ver las señales que queremos corregir.

¿Más cifras ‘curiosas’? Las ventas de retinol, activo antiedad por excelencia, aumentaron un 27% en 2018, mientras la categoría general de cuidado de la piel con enfoque clínico mostró un crecimiento del 7% según NPD.

¿Hay que usar ingredientes potentes cuando aún somos jóvenes?

Volvamos a la asunción de que es mejor prevenir que curar. Desde este –razonable- enfoque, suena sensato cargar nuestras rutinas con productos de grado médico lo antes posible, ¿no? Bueno, tal vez no.

Según recogemos de fuentes expertas, para una mujer joven es peor no desmaquillarse para dormir o para entrenar y, por supuesto, el sol. Si has de elegir entre retinol o un fotoprotector, ni lo dudes: sáltate el retinol. Y, si de prevención del envejecimiento hablamos, la rutina consistiría en un buen limpiador, una crema con antioxidantes, exfoliación una o dos veces por semana, SPF a diario y un complemento como péptidos o ceramidas según las necesidades de la piel.

En cuanto al botox, es preferible esperar a que haya una línea de expresión o una arruga que tratar que emplearlo de forma preventiva puesto que, si se paralizan los músculos demasiado pronto, se corre el riesgo de debilitarlos, y lo que queremos es que el ‘andamiaje’ de nuestra cara aguante mucho tiempo.

Otro error que empieza a volverse común en este exceso preventivo es la mezcla al tuntún en casa de activos médicos como los AHAS (ácidos alfahidroxiácidos), sumados a exfoliaciones repetidas y aplicación temprana de retinol.

¿Lo más sensato hasta que las arrugas se evidencien? Buscar una piel feliz y saludable que refleje un estilo de vida similar. Para cualquier otra cosa, el dicho popular sigue siendo cierto. Si no está roto, no lo arregles.