Paternidad en tiempos de coronavirus: el confinamiento con niños pequeños puede ser, en ocasiones complicado, repasamos las pautas para afrontarlo con amor, paciencia y sin gritos.

El confinamiento con niños no es una cuestión sencilla, pero ellos nos están demostrando su enorme capacidad de adaptación y nosotros hemos comprobado que podemos parar el ritmo frenético, reflexionar sobre la vida y aprender de la manera, en el que los más pequeños, afrontan situaciones como ésta.

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Como dice el reputado neuropsicólogo Álvaro Bilbao, es curioso que hasta ahora no nos hubiésemos dado cuenta de que “los niños son seres maravillosos, resistentes, resilientes, colaborativos, solidarios, imaginativos, pacientes, afectuosos y que todavía les tratemos muchas veces con amenazas, gritos o con castigos. Ellos no piden mucho. Se conforman con poco. Sólo necesitan que los adultos seamos capaces de entenderlos, de hablarles con respeto y de dedicarles un poco de nuestro tiempo para demostrarnos lo maravillosos que son, curiosamente, en muchos casos, más respetuosos, pacientes, solidarios y resilientes que los propios adultos”.

Llevamos casi dos meses de confinamiento y todo apunta a que hasta septiembre no volveremos a dejar a nuestras queridas y amadas criaturas en colegios y guarderías. Supongo que después de ese MOMENTO, los gritos de alegría paternos y maternos se oirán en varios kilómetros a la redonda.

Es duro. Combinar preocupaciones, teletrabajo o trabajo fuera de casa de uno de los progenitores (o de los dos), e incluso ausencia de él, enfermedad o pérdida de un ser querido…, con su ritmo y con jornadas que empiezan a las 8 de la mañana y acaban a las 11 de la noche -como en el caso de mis hijos porque, claro, no están lo suficientemente cansados-. La maternidad -y la paternidad- en tiempos de coronavirus es francamente agotadora. Mental y físicamente.

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Resulta difícil no tener algún momento de pérdida de paciencia y de pegar un grito -sí, todos somos humanos y más ahora- del que luego te arrepientes. Por si hay días en los que perdemos la perspectiva, nos cuesta afrontar el cuidado de nuestros hijos desde la paciencia y el amor, son muchas las guías de organismos oficiales de psicología y psiquiatría que están circulando estos días.

Pero más allá de los consejos para afrontar el confinamiento con niños que pasan por mantener rutinas, permitir que expresen sus sentimientos o contarles lo que sucede de forma clara, hoy ponemos los ojos en una guía elaborada por los psicopedagogos de la editorial Rubio para educar si gritos:

1. Ponte en el lugar del niño.

Ser empáticos nos ayudará a comprenderles mejor y ser conscientes de sus necesidades para poder ayudarles y darles respuesta. Si nos ponemos en su lugar les comprendemos mejor, para saber por qué actúan así, y así separarnos del conflicto y afrontarlo como algo no personal. Esto nos ayudará a dar una respuesta más positiva a sus necesidades, sentirse comprendidos y consolados.

2. Reflexiona antes de actuar.

Con tanta tensión acumulada durante estos días, los adultos podemos perder los nervios y gritar. La causa de esta pérdida de control suele ir más allá de la conducta del niño, por lo que es importante conocernos a nosotros mismos, detectar las primeras señales y ser conscientes de lo que realmente nos importa y de nuestras verdaderas emociones. Si somos conscientes de nuestras emociones, podemos expresarlas de un modo adecuado antes de gritar a los niños.

3. Respeta las emociones del niño.

Los niños tienen sus propias emociones, a menudo sentirán miedo, enfado o frustración ante las situaciones que tienen que afrontar y que muchas veces no entienden, como ocurre ahora con el encierro forzoso en nuestras casas. Ahora, más que nunca, tenemos que recordar que son niños y que están aprendiendo a identificar sus emociones, y están desarrollando estrategias para controlarlas. Por eso es esencial que, como adultos, sepamos responder a sus emociones y acompañarlos. Con esto no decimos validar todo lo que hacen, sino respetar la emoción y mostrar maneras menos duras de gestionarlas y expresarlas.

4. Predica con el ejemplo.

Los niños aprenden más de lo que ven que de lo que les decimos. Eso supone que, si nosotros dejamos de gritar, les enseñaremos a no gritar. Si aun así algún día gritas, recuerda que estás educando con tu ejemplo y pide perdón por hacerlo. Es importante para ellos y les reforzará que no es una herramienta adecuada para relacionarse en el futuro.

5. Aplica la disciplina positiva.

Y muy importante, respetar al niño y a sus emociones no hay que confundirlo con la permisividad. Es esencial aplicar una disciplina positiva, dejando claro lo que se espera de ellos y aplicando consecuencias coherentes. La comunicación con ellos también ha de ser cuidada y positiva, escúchalos y explícales cómo te sientes y qué esperas de ellos.