Aunque lo parezca, no son jeroglíficos. Te contamos algunas pautas para arrancar los misterios de las etiquetas de los cosméticos.

De una crema conoces sus pretensiones y propósitos más nobles. Sabes que está hecha para hidratar, nutrir, corregir líneas de expresión, iluminar, tratar las manchas o cualquier otra actividad embellecedora. Entender la ‘letra pequeña’ ya es una tarea un tanto más expeditiva. No son exactamente conocimientos de dominio público que una comparta en la cola del jurel, sino más bien propios de insiders de la belleza (¡y de la compra consciente!).

Te invitamos a adentrarte en esos procelosos territorios comanche de la mano de sendos expertos. Etiquetas de los cosméticos: ¿quién dijo miedo?

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Y en el principio fue el INCI

Esa ristra de ingredientes que te pide a gritos las gafas de ver se llama INCI. La versión en siglas de International Nomenclature Cosmetic Ingredient.

Cada ingrediente se coloca en orden decreciente según la concentración en la que figure en la fórmula. El primero suele ser el agua, especialmente en cremas de día o de noche. ¿Ingrediente de relleno? “Hay una inclinación a pensar que el agua en un cosmético no sirve para nada o se incluye para abaratar. Nada más lejos de la realidad”, aclara Eva Raya, cosmetóloga y co-creadora de Alice in Beautyland. “El agua en los productos cosméticos está por una buena razón, y es que, al igual que hay activos liposolubles, también los hay hidrosolubles, los que se diluyen en una base acuosa. Y nada mejor que el agua purificada para este cometido. Existen activos tan potentes que es necesario diluirlos para poder utilizarlos de forma segura o evitar la saturación en la piel desencadenando un efecto contrario, y los porcentajes de agua suelen estar muy estudiados para conseguir el mejor resultado o el efecto más poderoso en cada caso”.

Que veas algún ingrediente activo interesante y conocido en último lugar no quiere decir que la fórmula sea pobretona. ¡Depende del ingrediente! “Sustancias funcionales como la alantoína (Allantoin) o la coenzima Q10 (Ubiquinone) son activos que se incorporan a las fórmulas en bajas dosis”, explica Pedro Catalá.

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Por sus nombres los conocerás

Discriminar los ingredientes naturales de los sintéticos es fácil… si sabes latín 😉. Los nombres de los extractos de plantas se describen con su nombre en la bonita lengua muerta (Ej: Rosa canina Fruit Oil o Cucumis Sativus Fruit Extract). Los sintéticos aparecen con su nombre químico (Ej: Paraffinum liquidum o Dimethicone).

En cuanto al número de lote, un dato muy útil si se te presenta un problema de alergia o el producto está defectuoso por alguna razón, figura en la caja, la botella o el tarro, y permite trazar el producto e identificar el problema.

El periodo de vida útil del cosmético se indica con el PAO (Period After Opening, periodo después de la apertura). En las etiquetas lo encontrarás en forma del símbolo de un tarro abierto y el número de meses en los que deberás consumir el producto (3M, 6M, 12M).

Por último, los logotipos ayudan a elegir características como que el producto sea natural, ecológico, vegano o cruelty free. Algo muy útil para el consumidor que, sin embargo, “tiene costes para el fabricante”, nos desvela Pedro Catalá, y “abre la vía para desprestigiar a otras marcas”, matiza Eva Raya. “Cruelty Free, por ejemplo, es una etiqueta engañosa”, continúa la experta. “Todo lo que se comercializa en Europa es Cruelty Free por ley. Siguiendo con los ejemplos, ‘natural’ no significa mejor o más seguro, es sencillamente una filosofía de marca”.