La anosmia es un síntoma del coronavirus. Un estudio demuestra ahora que perder el olfato puede indicar una infección más leve de Covid-19.

Para muchas personas, la palabra anosmia era desconocida hasta la irrupción del coronavirus en nuestras vidas. Se trata de uno de los síntomas más curiosos de esta enfermedad: la pérdida del olfato (también se pierde el gusto y eso se llama disgeusia). Sin embargo, por estrafalario que pueda parecer, no ser capaz de percibir olores ni sabores puede ser un indicador de que la infección se va a presentar de modo leve y no va a requerir hospitalización.

Anosmia

Anosmia y Covid-19

El 43 % de las personas que han dado positivo en Covid-19 han tenido pérdida de olfato o anosmia. Así lo desvelan los resultados preliminares de la primera fase del Estudio Nacional Sero-Epidemiológico del coronavirus llevado a cabo por el Ministerio de Sanidad.

De hecho, se ha dado el caso de pacientes que no han presentado el resto de síntomas comunes del coronavirus (fiebre, tos, dificultad respiratoria) y sí tenían anosmia. Incluso, en muchos casos, la pérdida del olfato era el único síntoma. Y ahora los científicos han demostrado que esto puede ser una buena noticia. El deterioro olfativo supone que la enfermedad será leve o moderada. Con lo cual, las probabilidades de que no requiera hospitalización serán inferiores. Así lo han demostrado investigadores de la Universidad de California en San Diego, en un estudio publicado en la revista ‘International Forum of Allergy & Rhinology’. Además, este síntoma es reversible y desaparece con el tiempo.

Cómo es perder el olfato

En realidad, perder el olfato o el gusto no cosa únicamente de un catarro. Es cierto que una de las causas más comunes de la anosmia es una infección del tracto respiratorio superior. Pero puede haber muchos otros orígenes. Una sinusitis o un traumatismo craneoencefálico son los más habituales. Pero el deterioro del olfato también se relaciona con el propio envejecimiento.

Las personas con anosmia será incapaz de distinguir cómo saben el café, el vino, el chocolate… aunque sí podrán reconocer alimentos salados, ácidos, amargos o dulces. Pero no pude distinguir sabores, porque eso depende del olfato y no de los receptores del gusto.

El olfato se sitúa en una zona concreta de la parte superior de las fosas nasales, la pituitaria amarilla, donde están las células nerviosas receptoras de los olores (las del gusto están en las papilas gustativas de la lengua). 

Estas células son quimiorreceptoras, sensibles a determinadas sustancias químicas, que deben estar disueltas en el aire. Las moléculas del olor en forma de vapor (compuestos químicos) que están flotando en el aire llegan a las fosas nasales y se disuelven en las mucosidades. Debajo de ellas, en el epitelio olfatorio, las neuronas receptoras del olfato, detectan los olores. Y son capaces de identificar miles de olores disintos. Esa información es transmitida a los bulbos olfatorios que están en la parte posterior de la nariz. La información llega al cerebro, donde se estimulan las emociones y las memorias. Por eso decimos que los olores son evocadores. Un aroma puede traer a nuestra mente un recuerdo de vivencias, personas o lugares, que incluso creíamos olvidados.

Anosmia

Oler y emoción

Como muchas otras cosas en la vida, no valoramos la capacidad de poder oler hasta que la perdemos. El olfato es el más primitivo de nuestros sentidos, según explica Laura López Mascaraque, investigadora del CSIC, en su libro ‘El olfato’ (editado por el CSIC y Los Libros de la Catarata). 

El olor puede evocar imágenes y sensaciones al formar parte del cerebro emocional. Por eso puede conseguir hasta que cambiemos de humor, nos sintamos de una y otra manera o tengamos un determinado recuerdo. Fijaos si cobra importancia en industrias como la del perfume y el marketing que la envuelve. Cuidaos del olfato y disfrutad de él.