Después de 20 años inyectando diferentes tipos de toxinas botulínicas con distintos nombres comerciales para uso médico, estético y dermatológico; se han descubierto nuevas funciones más allá de las arrugas del entrecejo y las patas de gallo. Por eso, a partir de ahora debemos referirnos al Botox como neuromodulador porque sus muchas aplicaciones terapeúticas así lo demestran.

En la última reunión de GEDET celebrada la semana pasada en Palma de Mallorca junto a la ADEV, los dermatólogos hablan ya de neuromoduladores para referirse a la famosas toxinas botulínicas. Un medicamento inyectable hasta ahora conocido comercialmente con nombres como Botox, Azzalure o Vistabel, entre otros.

Primero se empezó a aplicar en oftalmología para corregir el estrabismo provocado por la tensión del nervio ocular. Pero han surgido nuevas utilidades de las toxinas botulínicas como neuromoduladores, bien conocidas también por urólogos y ginecólogos. Porque además de reducir las arrugas del tercio superior del rostro, mejoran la flacidez, reducen la emoción del enfado y tratan cicatrices; combinadas con láser e IA, en tratamientos tópicos para el acné, para relajar la sonrisa gingival, las migrañas tensionales, el bruxismo, la hiperhidrosis, los exosomas o mejorar algunas cirugías como el lip lift. La lista de propiedades no para de crecer y ayudar a vencer muchas tensiones, espasticidad y contracturas musculares con consecuencias a nivel neuronal.

toxinas botulínicas neuromoduladores en mandibula

Durante la XXXIV Reunión del GEDET (Grupo Español de Dermatología Estética y Terapéutica) se habló mucho del futuro de todas las aplicaciones con toxina botulínica.

La Dra. Almudena Nuño expuso sus conclusiones con los efectos de neuromodulación de la toxina botulínica.

La toxina botulínica (en adelante, neuromoduladores), en el ámbito de la dermatología y la estética, está siendo cada vez más empleada con fines terapéuticos. No se limita únicamente a la reducción de arrugas, sino que también se utiliza para contrarrestar la flacidez y remodelar la morfología facial y del cuello. Este proceso implica la relajación de músculos específicos, como el depresor del ángulo de la boca y el platisma, que, al ser inhibidos, provocan un cambio en la dirección de la expresión facial, generando un efecto ascendente”.

Las toxinas botulínicas o neuromoduladores relajan la contracción muscular y así disminuye la fuerza al gesticular que en ocasiones además de arrugas provoca dolor.

“Más allá de los beneficios estéticos, se ha descubierto que los neuromoduladores ejercen un impacto cerebral significativo. Al restringir la capacidad de gesticular, reducen las áreas cerebrales asociadas con la expresión de enojo, disminuyendo así la percepción y manifestación de esta emoción. También poseen aplicaciones prometedoras en el tratamiento de queloides y cicatrices, ampliando así su utilidad en el ámbito médico y estético”.

Técnicamente, este proceso de contracción de los músculos funciona de la siguiente manera: la acetilcolina liberada por nuestras neuronas funciona como neurotransmisor, comunicando a los músculos que se muevan.