España es tierra de celebraciones. Cada primavera, los fines de semana se llenan de bodas, bautizos y comuniones, y con ellos, de tacones imposibles, pies doloridos y el eterno dilema del ‘¿aguantaré toda la noche sin mis zapatillas?’.

Según una reciente encuesta realizada por miMaO, más del 76 % de las mujeres reconoce cambiar taconazo por zapatillas en algún momento de la boda (o evento) por pura supervivencia podal. Un dato que no sorprende, pero sí confirma lo que ya sabíamos: los pies no mienten.

Aunque la etiqueta y el qué dirán siguen pesando más que una katiuska mojada, lo cierto es que cada vez más invitadas priorizan la comodidad sobre la estética (un 69,1 %, para ser exactos). La zapatilla —esa compañera de paseos caninos y cafés rápidos— empieza a asomar tímidamente en el universo de las BBC (Bodas, Bautizos y Comuniones). Pero, ¿es socialmente aceptable?

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Del tacón al suelo (literalmente)

No hay que mirar muy lejos para encontrar pruebas del sufrimiento colectivo: el 36 % de las invitadas ha acabado bailando descalza por no soportar más sus tacones. Y aunque el 88,6 % repite calzado más de una vez por puro pragmatismo, la evidencia es clara: incluso el zapato más bonito puede convertirse en un instrumento de tortura si no se elige con cabeza (y con plantilla de gel).

Para las más previsoras, llevar unas zapatillas ‘por si acaso’ es ya un clásico, ya se queden en el maletero del coche o escondidas bajo la mesa del banquete. Un 34 % admite llevarlo siempre consigo, y no por capricho, sino por necesidad fisiológica.

Entrar en una boda con zapatillas y que no nos miren mal al pasar

En un país donde más de 172.000 parejas se dieron el ‘sí, quiero’ en 2023, el mercado del calzado de invitada es todo menos anecdótico. Según Euromonitor, las ventas de moda y calzado alcanzarán los 28.700 millones de euros en 2025. Y, aun así, el 34 % de los encuestados por miMaO sigue considerando un horror ver zapatillas en una boda.

La diseñadora Maribel Nicolás lo resume así: “Sigue siendo una tendencia alejada de nuestra cultura”. Aunque marcas como miMaO se esfuerzan en diseñar calzado con estética de salón y alma de nube (gracias a plantillas con tecnología Ultra Confort Gel), la resistencia a romper con el tacón sigue siendo fuerte.

¿Moda o herejía estilística?

En definitiva, ir a una boda en zapatillas es como pedir Coca-Cola en un restaurante Michelin: posible, pero no exento de juicio social.

¿Es cómodo? Sí. ¿Es elegante? Depende. ¿Es el futuro? Tal vez. Como en casi todo lo relacionado con la moda, el equilibrio entre el estilo y la salud mental (y podal) es el verdadero desafío. Y, mientras tanto, que cada una baile como quiera… pero si es en zapatillas, que al menos sean bonitas.