A sus 66 años, Jamie Lee no anda con medias tintas. En una reciente entrevista con The Guardian, la actriz calificó lo que considera un fenómeno destructivo: el ‘genocidio de una generación de mujeres’ promovido por el llamado ‘complejo industrial cosmecéutico’, que ha empujado a muchas a ‘desfigurarse a sí mismas’ con cirugías, químicos y filtros digitales. La imagen que acompañaba la entrevista y que se ha viralizado, labios de cera, ojos vitrificados y piel de silicona, es tan estética como simbólica.

Jamie Lee Curtis: entre la revolución de lo auténtico y el señuelo de la eterna juventud. Una voz que desafía lo superficial

Curtis no se anda con eufemismos, insistimos: ‘He usado esa palabra [genocidio] durante mucho tiempo y la uso específicamente porque es una palabra contundente. Creo que hemos borrado a una o dos generaciones de aspecto humano natural’.

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Jamie Lee Curtis

Un pasado que incomoda y una liberación presente

La crítica de Jamie no surge de ningún pedestal: proviene de su experiencia personal. A los 25 años, tras escuchar un comentario sobre sus ojeras en un rodaje, se sometió a cirugía plástica. ‘Me arrepentí inmediatamente’ y ese episodio, cuenta, marcó el inicio de una dependencia a los opiáceos que finalmente logró superar en 1999.

Hoy, está decidida a mostrar que hay otra forma de envejecer frente a los estándares impuestos. Alza la voz en defensa del cuerpo real y celebra su melena gris como bandera de autenticidad.

Elegir desvincularse antes de ser forzada a marcharse

La presión de Hollywood por parecer eternamente joven es tan tóxica como sutil. Jamie ha sido testigo de cómo sus padres, Tony Curtis y Janet Leigh, vieron desvanecerse su reconocimiento con el paso de los años. Esa observación alimenta su convicción actual: ‘Quiero irme de la fiesta antes de que ya no me inviten’.

Ya no está dispuesta a seguir las reglas de una industria que, en vez de acoger, empuja hacia la irrelevancia forzada. Con su denuncia, Jamie Lee Curtis nos instala frente al espejo: seguir sometiéndonos a una belleza intervenida es aceptar que una parte de nosotras desaparezca. Y quizá sea hora de rebelarse y repensar cuál es realmente nuestra ‘mejor versión’.