Cada septiembre, mientras las mochilas se llenan de libros y los calendarios de actividades, la piel empieza su propio curso… y, a veces, con una ‘asignatura pendiente’ llamada hiperpigmentación postverano. Un fenómeno ciertamente molesto que podemos desromantizar llamándolo ‘manchas en la piel’. Ay, las dichosas manchas…

El sol, las horas al aire libre y algún que otro olvido con el fotoprotector dejan huella en tu piel: lentigos, melasma y otras manchas que, como tareas mal hechas, vuelven puntuales a la cita.

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Las más comunes: dos alumnas reincidentes

Según el Dr. Dídac Barco, dermatólogo del Grupo Español de Dermatología Estética y Terapéutica (GEDET), las manchas más habituales son:

  • Lentigos solares: pequeñas, redondas y marrones, fruto de años de radiación UV acumulada. Se cuelan sobre todo en cara, escote, hombros y manos.
  • Melasma: manchas marrones más extensas, con forma geográfica, típicas en mujeres de edad intermedia y con un claro componente hormonal. Les encanta instalarse en bigote, frente y mejillas.

Ambas empeoran con el sol, pero el melasma tiene un enemigo adicional: la luz visible azul (sí, la de las pantallas).

Prevención: el primer examen del curso

Para no repetir curso en pigmentación:

  • Fotoprotector SPF 50, reaplicado cada 2 horas.
  • Fórmulas con óxidos de hierro para bloquear la luz azul.
  • Ingredientes como vitamina C o antiinflamatorios que frenen la melanina.
  • Horarios solares más sensatos y dieta rica en antioxidantes.

Tratamientos: del borrador al cuaderno nuevo

  • Lentigos solares: responden muy bien a luz pulsada intensa (IPL) o láser de nano/picosegundos. Después, mantenimiento en casa con retinoides, vitamina C o alfa-hidroxiácidos.
  • Melasma: fórmulas magistrales con hidroquinona, ácido kójico, un antiinflamatorio y un retinoide, combinadas (si procede) con ácido tranexámico oral. Peelings y sistemas lumínicos se reservan para casos resistentes.

¿Vuelven las manchas?

Como en cualquier materia, la constancia es clave. Los lentigos tratados pueden reaparecer con el tiempo; el melasma tiende a mejorar con la edad fértil, pero exige rutina de mantenimiento. En ambos casos, una revisión anual con el dermatólogo ayuda a mantener la piel en un estado ‘de sobresaliente’.