El dolor del duelo tenía mucho de poesía negra y quejío. Es bueno y necesario abrirse al dolor y dejar que la herida sangre a chorros de tinta, en prosa o en verso.
El Camino Hacia Después del poeta berciano Amador Fonfría es duelo y poesía de un dolor no resuelto que busca consuelo en versos sin rima pero con mucho dolor de corazón.
¿Quién no se sienta identificado que tire la primera piedra y exponga sus venas a supurar con su propia poesía y duelo personal? No es fácil hurgar en esa herida de despedir hacia la tumba a un padre, una madre o una abuela del alma.
Para algunos el Día de todos los Santos, Halloween o el Día de los Difuntos se celebra a diario y El Camino Hacia Después se convierte en un territorio interno y eterno del que no podemos salir. Y una patología como otra cualquiera que nos puede dejar zombis porque hay diferentes niveles de sensibilidad.
¿Qué se nos pasa por la cabeza el día después y el día siguiente de despedir a un ser querido hasta la mortal eternidad?
Nuestra mente no siempre se comporta igual. A veces llora y otras sonríe, incluso congela sus sentimientos para no sufrir y los aparca a un lado. Solo por temor a no enfrentarse al dolor, que muchas veces sale a flote años después. Sea como fuere, la muerte de un ser querido puede convertirse en una ecuación complicada de resolver.
Hay casos en que la muerte de otro se lleva la vida del que sigue pisando la tierra y andando con depresión y dificultad. Sin embargo, no es bueno quedarse en ese lamento perpetuo porque hay que seguir viviendo. Esa es la típica frase que se repite en los entierros mientras tú tienes el corazón convertido en hielo para soltar ríos de lágrimas cuando nadie te ve. Los psicólogos conocen bien los tipos de duelo y cómo ayudar a navegar por ellos.
Un año de llanto debería ser suficiente para superar un duelo con poesía o sin ella
Si pasado un año de la muerte de tu ser querido, no has conseguido0 salir de ese cementerio de almas, habrá que ir a terapia o leer un poco de poesía del duelo. Deja de conversar con los del otro lado o te convertirás en mi adorada Miércoles de la Familia Monster.
Aunque a mí me dio más por acudir a canciones como Our House de Crosby, Still, Nash & Young o Riders on the storm de The Doors eran catalizadores de valiosas lágrimas. También hubo otros géneros musicales que me ayudaron a llorar como el bolero, las bulerías y todo tipo de quejío flamenco de Lole y Manuel a Camarón, Tomatito y Paco de Lucía.
Gloria y dolor, dolor y gloria
Aunque la muerte no tiene marcha atrás si hay duelos retardados o retrasados y duelos sin resolver por no querer asomarse a ese precipicio de dolor. Mucho mejor evadirnos entre risas y cañas de cerveza o fiestas y mirar para otro lado.
No se me ocurrió acercarme a poesías como Coplas a la muerte de su padre en mi retardado y patológico duelo paterno. Porque el padre de Jorge Manrique no era mi padre. Aurora, la madre de Amador Fonfría tampoco es la mía, aunque el Camino Hacia Después de la muerte de una madre y el dolor que se sienta se parece mucho.
En este caso, el poeta Amador Fonfría me ha dado permiso para publicar dos poesías de su último libro de poesía, por si pueden contribuir a superar el duelo de esos corazones doloridos por la muerte de un ser tremendamente querido que se fue de viaje para nunca más volver.

Poesía La penitencia infinita del libro El Camino Hacia Después de Amador Fonfría Santín (Editorial Medulia)
A la memoria de mi abuela, Jesusa.
“Dicen que lo más triste de una despedida
es no poder decirse adiós.”
José Carlos Martínez
Poco antes del Ángelus de aquella lejana Epifanía merodeaba a tu alrededor ahuyentando con plegarias lo ineluctable. Raudo, me enviaron en procura del cordón umbilical que nos unía, nuestra AurorA. Y marché sin decirte adiós, para no adicionar tu agonía, como me ordenó A. G. -así fue, abuela; no es que no quisiera despedirte. Los estertores del tránsito entrecortaban la voz de tu último pensamiento: “Marchou o pequeno e no me dixo adiós”.
¿¡Qué pensamientos te asaltarían!?
¡Con qué pena te fuiste, abuela!,
y yo ¡con qué dolor me quedé!
Tu corazón latió hasta las puertas de la noche, cuando ya perdiste la esperanza de verme por última vez. Hoy, desde el castro de los años recreo el fulgor de nuestro amor en el jardín de una sonrisa. Siento tu perdón en la humedad de nuestras mejillas y en la cálida rugosidad de tus manos. Pero, abuela, el puñal del arrepentimiento sigue desangrándome, tal vez, hasta ahora que lancé este grito al vacío o hasta que volvamos a encontrarnos en las entrañas de lo ignoto.

