Cada diciembre vuelve la misma coreografía, siempre en un extraño rango dinámico que va de lo insidioso a lo gratificante. Cenas de empresa, reencuentros, brindis, cuñados opinólogos y esa pregunta interior que siempre llega puntual: ¿y qué c**o me pongo? La moda está respondiendo con un repertorio de vestidos de Navidad más sensual y juguetón que en años anteriores.

Este invierno, el escote Bardot se reinventa desde Ibiza y convive con nuevas siluetas que pisan fuerte, demostrando que hay vida más allá del clásico little black dress.

La culpa del Bardot la tiene, literalmente, Brigitte. En los 50 popularizó ese escote recto que deja los hombros al aire y regala una mezcla muy exacta de elegancia y descaro. Dejar las clavículas al aire siempre funciona: que se lo digan a Isabel Presyler. Décadas después, ese escote sigue imbatible. Charo Ruiz lo recupera y lo reinterpreta desde su imaginario ibicenco: tejidos limpios, sensualidad mediterránea y ese tipo de feminidad que no necesita pedir permiso.

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Dentro de su nueva cápsula, el mini vestido Pearl funciona como declaración de intenciones. Corto, elástico, con efecto mesh ondulado y un escote envolvente que marca clavícula sin caer en lo obvio. El lazo central aporta estructura y suaviza la línea, mientras la silueta ceñida esculpe lo justo sin estrangular. Es un vestido pensado para entrar por la puerta y que la conversación suba medio grado. Está disponible en varios colores y, sí, todos funcionan para un plan nocturno medio desmadrado o una cena formal donde conviene recordar que una también tiene pulso.

Pero, como siempre, la fiesta no es solo Bardot. Este invierno llegan otras siluetas muy interesantes:

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El vestido columna vuelve con ganas de monopolizar cabeceras. Es ese corte recto y minimalista que parecía reservado a alfombras rojas, pero que ahora se cuela en cenas de empresa gracias a materiales más fluidos y ligeros. Su truco es que afina visualmente sin apretar, una opción para quien quiere elegancia silenciosa con vocación de eficacia.

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El slip dress (vestido lencero estilo camisón) regresa, pero en versión invernal. Tirante fino, caída líquida, satén con más gramaje y una estética que se mueve entre diva de los 90 y anfitriona de un cóctel muy privado. Funciona increíble bajo un abrigo masculino o con un cardigan grueso que rebaje la intensidad sin restarle magnetismo.

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También hay espacio para los cortes asimétricos y los cut-out. Un solo hombro, aberturas diagonales y juegos geométricos que rompen la silueta clásica sin convertir el look en manual de arquitectura. Este tipo de vestido tiene algo casi cinético: incluso parada parece que te estás moviendo.

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Y luego está el eterno mini estructurado, que este año vuelve con aires escultóricos. Pinzas marcadas, mangas voluminosas o faldas que amplían la cadera de forma teatral. Perfecto para quien disfruta entrar en un evento generando un silencio… Y haciendo que el resto de vestidos de Navidad se arruguen un poquito. Esos tres segundos exactos en los que la gente procesa lo que está viendo.