Durante años, la plancha fue el cetro absoluto del peinado casero. Alisaba, pulía, disciplinaba y prometía una melena obediente incluso en días de humedad al 80%. Pero esa hegemonía empieza a resquebrajarse. El volumen vuelve. La naturalidad vuelve. Y, como venimos anunciando en Belleza Pura desde hace años, los rulos, léase rizos, vuelven… aunque quizá nunca se fueron del todo.

¿Qué diferencia real hay hoy entre usar planchas y subirte al revival de los rulos?

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Planchas: disciplina, definición… y moderación

Las planchas siguen siendo la herramienta más precisa del mercado. ghd y Dyson han elevado la categoría con placas uniformes, control de temperatura constante y tecnologías que minimizan daños. Pero minimizarlos no es eliminarlos. Incluso la mejor plancha implica calor directo, presión sobre la fibra y un gesto repetitivo que, usado a diario, acaba debilitando el cabello, sobre todo si ya está teñido, sensibilizado o texturizado químicamente.

Son magníficas para refinamientos puntuales, para pulir un look, para ocasiones especiales o para quienes buscan un acabado liso impecable. Pero como rutina diaria son un poco más difíciles de justificar. El pelo pierde elasticidad, baja la hidratación interna y se instala un patrón de daño acumulado que solo se revela meses después. Vamos, que no es una herramienta enemiga, pero tampoco la aliada diaria más sensata.

Sin embargo, no se trata de renunciar a las planchas, sino de usarlas cuando toca. Y de asumir que el día a día probablemente pertenece a herramientas más amables. Rulos, cepillos térmicos, secadores con difusores inteligentes… O incluso ninguna herramienta de calor, la opción más saludable para el pelo.  

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Rulos: volumen, movimiento y un daño casi inexistente

Los rulos, en cambio, trabajan con arquitectura más que con calor. Elevar la raíz, moldear la onda y dirigir el movimiento del cabello sin achicharrarlo tiene un impacto infinitamente más amable en la fibra. Lo que ofrecen no es perfección quirúrgica, sino naturalidad. Y el consumidor, cansado de tanta plancha ultratécnica y tanto gesto millimétrico, empieza a valorar modelos de belleza menos exigentes y más fáciles de mantener.

Otra ventaja es que los rulos prolongan la duración del peinado. Mientras un alisado perfecto suele encresparse al menor atisbo de humedad, el volumen creado con rulos tiene más aguante, porque no depende del sellado absoluto de la cutícula sino del propio patrón del cabello.

Las peluquerías, los backstage y los editores de moda jamás abandonaron los rulos. Lo que sí es nuevo es que el consumidor medio vuelve a verles la gracia. El look ‘limpio’ ha mutado, los acabados rígidos se sienten desfasados y la textura ‘soplada’ de los noventa (que Claudia Schiffer y Cindy Crawford convirtieron en icono) está de nuevo en cartel. En este contexto aterriza The Big Set de Sam McKnight, el kit que pretende democratizar el volumen profesional en casa.

The Big Set, disponible en exclusiva en Laconicum, incluye 18 rulos de velcro en tres tamaños, clips y un casco difusor que se acopla al secador para potenciar el resultado. La idea es sencilla y con mucho sentido práctico. Esta estrategia eleva la raíz, da cuerpo a medios y puntas y deja el cabello suelto, ligero y con cierto eco de súper modelo de los 90.
Precio: 40,95 euros.

El regreso de los rulos no es solo nostalgia. Es ergonomía emocional. Queremos vernos bien sin someter al pelo a un régimen militar. Queremos textura con intención, pero sin fatiga térmica. Y queremos herramientas que trabajen con el cabello, no contra él.

Por eso el lanzamiento de Sam McKnight tiene sentido ahora. Los rulos recuperan espacio en baños y tocadores no porque sean modernos, sino porque son inteligentes. Porque resuelven un tipo de peinado que la plancha nunca dará, el de volumen suave, raíz elevada y punta flexible con estética de modelo en un día libre.