Dormir tiene un impacto muy notable en el estado de ánimo, el rendimiento y las defensas.
Es de suponer que la Bella Durmiente, tan de dormir todo el día ella, tendría las defensas como para resistir un batallón de virus cuajaditos de carga viral. Los estudios al respecto no dejan lugar a dudas: el insomnio crónico -no hablamos de dormir mal una noche o dos- deteriora el organismo poco a poco, cual gota malaya.
El sueño es el momento en el que nuestro cuerpo se regenera. El cerebro recopila y archiva la información del día en sus diversos ‘discos duros’, la piel da rienda suelta a sus procesos regenerativos, los órganos internos se ‘limpian’ para abordar el día siguiente… todo un taller de reparación.
Si la calidad de nuestro sueño es mala, estos procesos se alterarán, sin completarse del todo. El resultado, un ‘precioso’ cuadro de irritabilidad, depresión y ansiedad.
Durante la pandemia -en la que aún estamos inmersos, recuerdo 😉-, mucha gente se ha sorprendido a sí misma comiendo techo a horas insólitas. El estrés es uno de los mayores enemigos de Morfeo, pero se pueden aplicar ciertas estrategias para vencer esa batalla y volver a dormir como mereces: a pierna suelta.
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