La hipnosises un estado mental concreto en el que se puede influir sobre el sujeto y modificar algunos de sus patrones de comportamiento. Para acceder a él como ‘usuario’, es menester tener capacidad de autosugestión y ponerse en manos de un profesional experimentado en la materia, además de ético –aunque no tema: a pesar de lo que haya visto en las películas y aunque discretamente sometido, no hará nada contra su voluntad-.
Una de sus aplicaciones más conocidas consiste en la terapia para tratar adicciones. Al alcohol, al tabaco, a las tragaperras, a la comida… o a cualquier otro comportamiento abusivo que le arrastre a un abismo de autodestrucción. Y ahí no queda la cosa; también es eficaz tratando fobias, estrés, síndrome de colon irritable, trastornos alimentarios, dismenorrea…
¿Herramienta útil cuando ya han fallado otras estrategias, mito para débiles de espíritu? Un pequeño vistazo a la historia es suficiente para contener –o, por lo menos, controlar- escepticismos: existen publicaciones médicas anteriores a la invención de la anestesia que abundan en la eficacia de la hipnosis para paliar el dolor de la cirugía. ¿Le seduce entrar en trance?
Como una droga: así actúa el azúcar en nuestro organismo. El consumo del dulce polvo blanco desencadena un aluvión de dopamina (una de las hormonas de la felicidad) en el cerebro, lo que apuntala el placer de comer alimentos azucarados y puede desembocar en una pauta adictiva clavada a la de las drogas que prohíbe la FDA (Food & Drug Administration, el organismo que dictamina estos asuntos en EE.UU.).
Atracón, retiro, ansiedad y vuelta a empezar con el ciclo, bien aderezado ‘con un poco de azúcar’, como cantó una bienintencionada Mary Poppins sin saber que estaba creando monstruitos. Se estima que el estadounidense medio consume unas 22 cucharaditas de azúcar al día: un monto camuflado en los alimentos preparados que supone 350 kilocalorías extra. ¡Al día! Prácticamente el doble de las 12 cucharaditas que recomienda la OMS. Empalogoso es poco.
Más próximo a nuestra realidad española está el británico medio, quien puede consumir la friolera de 34 ‘poquitos’ de azúcar, refinadísima ella, pero abocada a formar parte del adipocito más resistente. ¿Un preventivo? Ir a la compra sin hambre y llevarse las gafas de leer para elegir alimentos sin azúcar añadido. Como en otras adicciones ya manifiestas, abandonar ‘el vicio’ cuesta sudor, sangre y lágrimas.
El folclore español es muy amante del taconeo y el zapateo. Las ilustres hijas de la Iberia actual, también. Compeed ha realizado un estudio sobre la ‘adicción’ de la española al complemento de marras. Y las cifras expresan, en toda su fría realidad, la ardorosa y descarnada inclinación que nos conduce a adquirir OTRO disparatado par más.
Véndemelo, que no es pa’ mí, que es pa’ otra, que se está quitando…
Una de cada cuatro personas adictas son hiperactivas sin diagnosticar. El Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) se encuentra oculto tras muchos adultos que acuden al médico para desintoxicarse de alguna adicción.
Siempre pensamos en niños hiperactivos pero éstos se hacen mayores y si no se diagnostican y tratan correctamente, se convierten en adultos que utilizan las drogas como forma de “automedicación” ante el malestar y las complicaciones provocadas por lo síntomas.
En el caso de los menores, aunque el TDAH es muy difícil de diagnosticar, suele asociarse con problemas escolares, niños traviesos o que no son capaces de centrarse en nada. Pero en los adultos es todavía más complicado dar con el problema porque se camufla con otros como la ansiedad o la depresión. Muchos adultos descubren su trastorno al conocer el diagnóstico de sus hijos.
Todos hemos jugado alguna vez a las cartas, o nos hemos ido de compras y nos hemos permitido un capricho. Seguro que también nos ha tocado quedarnos a trabajar en alguna ocasión más horas de las que tocaba y como no nos hemos pasado un buen rato navegando por la red. Todo esto que parece algo inofensivo e incluso cotidiano puede llegar a convertirse en una enfermedad adictiva. Actualmente el porcentaje de personas que los sufren se sitúa en el 10-15% de la población.
Según la Organización Mundial de la Salud, una de cada cuatro personas sufre trastornos de la conducta relacionados con las adiccionessin sustancia. Lo que suele comenzar como una conducta ocasional aumenta hasta convertirse en patológica. Las adicciones sin sustancia y las químicas (drogodependencias) presentan un perfil clínico y un enfoque terapéutico similar. Según el Dr. José Ángel Arbesú, coordinador de Salud Mental de SEMERGEN, “los pacientes que padecen una adicción sin sustancia tienen semejanzas con los adictos a sustancias ya que en ambas existe tolerancia, dependencia y síndrome de abstinencia con patrones conductuales perniciosos o desadaptativos consolidados y repetitivos”. Las adicciones sin sustancia sustituyen una sustancia determinada (alcohol u otras drogas) por procesos como Internet, juego, uso del móvil, etc.
Sin embargo, estas nuevas adicciones pasan más inadvertidas y son más aceptadas socialmente.
Entre los rasgos específicos de la personalidad que condicionan al futuro adicto sin sustancia se encuentran la impulsividad disfuncional, baja autoestima asociada a un carácter neurótico, inseguro, con hipersensibilidad, timidez y tendencia a fobias sociales e introversión, asociada a síntomas ansiosos. También suelen darse indicios de enfermedades mentales que pueden ser previas o como consecuencia de la adicción siendo la más frecuente la depresión y el trastorno de personalidad. El tratamiento se debe personalizar en función del entorno y del tipo de adicción. Al comienzo del tratamiento, el paciente puede negar su problema o no reconocer la gravedad del mismo. El tratamiento adecuado pasa por una serie de premisas, tal y como expone el Dr. García Campayo:
1.- Reconocer la existencia del problema.
2.- Tratar las enfermedades asociadas si existen (sobre todo depresión).
3.- Reducir progresivamente el tiempo dedicado a administrarse el proceso. 4.- Apoyo psicológico y/o grupos de autoayuda para entender y modificar las causas que han llevado a la adicción (rasgos de personalidad, sucesos vitales, presión del entorno).
5.- Pueden ser necesarias ayudas farmacológicas para facilitar el control de la adicción.
Entre las principales adicciones sin sustancia destacamos:
– Ludopatía; es la más extendida, afecta a una mujer por cada tres hombres de entre 18 a 40 años, en España hay unos 450.000 jugadores patológicos.
– Compras compulsivas; afecta entre un 1,1 y un 5,9 de la población, mucho más extendido en mujeres (80%)
– Adicción al trabajo; necesidad excesiva e incontrolable de trabajar incesantemente afectando a la salud y a la felicidad de los que le rodean. Afecta a un 10% de la población tanto en hombres como en mujeres, dedicar más de 50 horas a la semana a trabajar puede ser un indicio de la enfermedad. – Internet; puede ser el más peligroso, tanto por el uso de los juegos como los chats. Puede llegar a enganchar a cualquiera que se acerque, pues es en si mismo adictivo.
¿Crees que puedes tener algún tipo de adicción sin sustancias, pero sustancialmente adicitiva?
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