Encuentro que la publicidad de perfume no huele tanto a rancio últimamente
“Se está abriendo una ventanita de esperanza”, me digo ante los últimos anuncios de perfume con los que firmas tan potentes como Chanel, Dior o Adolfo Domínguez presentan sus creaciones al gran público. En ellos se deja de lado la narrativa habitual de la perfumería comercial, en la que una mujer pasa de lacia lechuguina a diosa del sexo según se aplica unas gotas del perfume de marras y se acopla, ¡oh, sorpresa!, a los deseos ensimismados de algún chorbo, para mostrar una relación mucho más personal con la materia olfativa. Para empezar, en estos anuncios (de perfumes femeninos, recordemos) ni siquiera salen tíos.
¿El perfume no está obligado a canalizar nuestras demandas y conquistas, no tiene por qué empeñarse en empoderar a la mujer con los medios a su alcance? Seguramente no, pero todo lo que se difunde en los medios generalistas cuenta. Cualquier artefacto audiovisual de gran difusión está llamado a ser una potencial herramienta de educación, aunque parezca un simple anuncio más. Y los de Chanel, Dior y Adolfo Domínguez cuentan con un común denominador: los tres apoyan la singularidad de la mujer. ¿No es eso lo que buscamos en una fragancia?