
Siempre aprendes algo hablando con él por su inmenso sentido del olfato. En cierto modo es como estar hablando con un Sabueso de Baviera o cualquier otro perro de caza. La mirada transparente de Alberto Morillas seguro que le aporta todos los datos visuales sobre su entorno, pero su nariz le aporta todas las pistas que le faltaban. Me comenta que a veces le da cierto pudor subirse a un coche particular porque tiene la capacidad de oler y reconocer de inmediato todos los olores buenos y malos. De un soplo, su cerebro se convierte en una especie de aspiradora capaz de discernir todo lo que se ha cocido dentro del vehículo en los últimos días.
Le digo que me defina el aroma de algunas ciudades…“Sevilla tiene un olor especial, a cera y azahar. París, destila el aroma del agua y las calles recién regadas. Madrid respira el aire de la naturaleza de sus parques. Y Nueva York, huele a nubes de caramelo tostado” explica Alberto Morillas, probablemente el mejor nariz del mundo.
Y es que este señorito andaluz con acento francés de Suiza tiene muy buen olfato en general. No sólo para componer fragancias, también para saber cuales son las que más nos gustarán. Quizá sea por esa ilusión suya de enamorar al mundo entero con maravillosa experiencias olfativas. Su primer flechazo con un perfume lo tuvo de niño con el jabón Maderas de Oriente cuando todavía vivía en Sevilla. Después Alberto Morillas (Morón de la Frontera, 1950) y su nariz se trasladaron a Suiza, luego a Nueva York y ahora están de viaje casi continuamente. Su paraíso olfativo está en la India, el mejor mercado de esencias del mundo.
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