Hace unos días, entraba en erupción un nuevo y sugerente hashtag en el volcán de las redes sociales. #bikinibridge. O, explayándonos en más de 140 caracteres, el coqueto puentecito que forma la parte inferior del bikini sobre la cadera de una mujer yaciendo en la playa.
Con el ángulo adecuado y cierta distribución de grasa, se da en una abrumadora mayoría de mujeres sin necesidad de que pese sobre ellas el estigma de ningún trastorno alimentario.
Siendo un tema delicado, de inevitable asociación con una enfermedad dolorosa, las encendidas reacciones han llegado puntuales. Unas, por anhelar el aderezo estético sobre pubis propio o ajeno; otras, por considerarlo una cosificación peligrosa de la anatomía femenina. Si buceas en internet verás que este brigde over troubled water aún se balancea sobre aguas ciertamente turbulentas. Pero, ¿qué hay de preocupante en toda la historia?