He probado las inyecciones de ácido hialurónico para estimular el rostro y potenciar los ángulos con naturalidad.
El paso del tiempo tiene un notable impacto en la cara. Sé que esto no es el descubrimiento de la pólvora (aunque sí el del ácido hialurónico), pero de alguna manera he de contextualizar lo que la fuerza de gravedad, el cansancio, los enfados y la tristeza van haciendo en nuestros ‘caretos’. Por un lado, el rostro va perdiendo volúmenes debido al natural desplazamiento de la grasa, y las emociones, sean las que sean (la alegría también arruga, conste), van dejando su huella.
Hay quien no quiere modificar en absoluto su aspecto. Por las razones que sea. Para quienes no están del todo conformes con esta realidad ‘gravitatoria y emocional’, existe la medicina estética, un recurso de lo más agradecido para mantener los tejidos.
A estas alturas de vida, las técnicas y los materiales con los que se trabajan han avanzado en pos de resultados naturales y sostenibles. Me juego un chalet en La Manga del Mar Menor a que hay mucha gente en tu entorno que se trata con cierta frecuencia, y tú no lo notas. Porque la medicina estética, bien hecha, produce una mejoría notable, pero nadie sabría decir exactamente si es porque te has rellenado el pómulo o porque te has cambiado la raya de lado. Nada que ver con esos rostros vitrificados que, a pesar de todo, se siguen viendo ‘por ahí’ y que producen tanto espanto (y temor).