Es tiempo de llamar al pan, pan.
Bueno, rico, barato y ¡de moda! ¿Quién le iba a decir a la humilde y muy popular ‘pistola’ con la que nuestras madres nos daban la Nocilla y el chorizo de Cantimpalo que terminaría siendo relegada a favor de otras preparaciones más sibaritas? Y que no vuelva, por favor…
El pan, en España, se ha gentrificado casi a la misma velocidad que el barrio de Malasaña. En apenas una década, hemos pasado de considerarlo un farináceo vulgar, básico en el peor de los sentidos y de poca monta a un producto gourmet de harinas de alto copete y obradores de fantasía.
El panadero artesano Moncho López, de las panaderías Levadura Madre, entiende este cambio de paradigma como “una vuelta a los orígenes”. Más o menos en torno al año 2000, “los panaderos se empezaron a preguntar por qué existía la necesidad de añadir tanta levadura, tantos impulsores y mejorantes a la masa, y la respuesta no estaba tanto en la calidad del producto final como en la rentabilidad y mecanización de los procesos”.