Hoy día, una mujer de 55 años no es senior, sino una jovenior que vive en la plenitud de su independencia económica, social y profesional. Y que amerita que su piel refleje este resplandor.
Mi suegra (casi 70 años, amante de las cremas rosas y de cualquier otro color) lo expresa de un modo muy elocuente. “Hija, yo es que tengo que mirarme al espejo para recordar la edad que tengo, porque por dentro me siento como cuando tenía 30 años”.
Decelerar 40 años no es posible (ni deseable), pero sí podemos ajustar la imagen mental que tenemos de nosotras con la lozanía, tersura y resplandor de nuestra piel. ¿Cómo? Viendo la vida de color rosa. Pero no como lo haría un acólito de Mr. Wonderful, conste. El optimismo y la templanza siempre ayudan, pero en este caso nos referimos únicamente a ver ‘la vida cosmética’ en un precioso tono rosa empolvado. El de las cremas rosas, ricas en ácidos grasos omega 3, ceramidas, extracto de peonía y otra flores, como la capuchina, ácido hialurónico y perlados nácares que depositan su glow sobre la tez. Cremas rosas capaces de incidir en la luminosidad, las arrugas, la firmeza y los volúmenes del rostro, lo que siempre ayuda a ver la vida con mejores ojos. ¿A que sí?