
Como una maja goyesca en su hogar. En esta imagen sólo le falta un turbante para ser exactamente la señora que quiero ser
Querida lectora nuestra, vapuleada curtida en fenómenos de redes sociales sin fuste ni trayectoria, ¿se ve falta de modelos femeninos en los que reflejarse? Aquí tiene un baluarte que al menos excitará su culto a la personalidad. Histórica, inteligente y llena de valores: Diana Vreeland. La poética mujer que dijo, a la fogosa manera de Kerouac en “El camino”, “Si no es una pasión, no arde, si no quema, ¡no has vivido!” merece todas las atenciones de las desconcertadas jovencitas del milenio. El mito está servido.

Diana Vreeland
Influyente y poderosa, audaz, creativa, esteta. La sacerdotisa de la moda -dotada, al parecer, de cierto deje tiránico– supo cómo transformar las horas bajas de Harper´s Bazaar y Vogue para que operaran como auténticas líderes de opinión en moda y estilo de vida. Después de ella nada fue lo mismo. Hoy congrega una opinión unísona e indiscutible, revolucionaria que marcó la senda y cuyo nombre paladea toda editora con veneración y anhelo de ser una mijita como ella.
Con el debido cariño -y la consciencia de linaje-, su nieto Alexander Vreeland recupera la estela de esta mujer fascinante y la traslada a la colección de fragancias Diana Vreeland Parfums.
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