Cuando las marcas se ponen creativas y sacan a pasear su lado más ‘mágico’, surgen firmas de belleza que parecen tener poderes extrasensoriales. La magia no está reñida con la ciencia ni con la belleza.
Una fórmula de belleza de una marca comercial tiene detrás I+D. Mucho o poco, pero algo tiene. Si además se le añade algo de magia, la ‘pócima’ será aún más hechizante.
La belleza es una cuestión de alquimia. En el laboratorio, se combinan ingredientes elegidos por su poderío antioxidante, hidratante, nutritivo o lo que se necesite para crear una fórmula que es prácticamente un conjuro.
Ojo, no es que haya que encomendarse a la Virgen para que funcione mejor (especialmente en el caso de las anticelulíticas) o buscar respuesta a la eficacia de un contorno de ojos en las cartas del Tarot. Es, sencillamente, que a veces el branding apuesta por lo místico / esotérico y emplea referencias que remiten a los sortilegios, como si esa crema antiedad contuviera, además, un filtro de Instagram (el nuevo filtro de amor) de esos que te alisan la piel y te la dejan como la seda, o como si el Sérum nuestro de cada día fuera el elixir de Asterix que da superpoderes.
Hablamos de magia blanca, por supuesto, y de rodearnos de ciencia casi tanto como de fantasía y de belleza. A todos nos sigue haciendo ilusión ver regalos en casa cada 6 de enero, qué diablos.