La manicura a domicilio me parecía una pijada sin concesiones. Hasta que lo probé.
Como en tantas otras materias beauty, fue mi madre quien me instruyó en el placer de la manicura y pedicura a domicilio. “No veas cómo vives… ni Scarlett O´Hara”, le decía con retintín mientras asistía al despliegue de barreño, toalla, pieles muertas y deliciosa charla trascendental.
No terminé de apearme del burro hasta que las prisas me llevaron a lanzarme en plancha a este servicio una buena tarde de verano, hace ya muchos años. Desde entonces, he paseado mis extremidades por un cierto número de expertas con pedigrí. Siempre sin salir de casa, que es como viene molando, y con una relación calidad-precio despampanante. Créeme: vale la pena. Aquí va mi agenda de manicuristas a domicilio de cabecera.