“Nunca me tocaría la cara. Me da miedo quedar como esas señoras clónicas con boca de pato, narices de Michael Jackson y refajos de piel detrás de las orejas”.
¿Cuántas veces hemos escuchado algo parecido? Seguramente muchas, porque el temor a parecer una figurante de Freaks al someterse a ‘un retoquito’ está más que justificado. Sobre todo si prestamos atención a los casos de uso indebido de la medicina estética, monstruosamente amplificados y sometidos a juicio en las plazas públicas de la cosa social.
Existe ese rostro congelado, de expresión marchita y grotescos volúmenes; ese reverso tenebroso de lo que debería ser una mejora en el aspecto físico que, desgraciadamente, da visibilidad a los peores profesionales, mella la confianza en la medicina estética y tilda de mentecata a la afectada.
Pero también existe una cara mucho más amable –y mucho menos publicitada-: la de la praxis ejercida con respeto, acierto y economía. Exactamente lo que debería buscar quien persiga un resultado natural y confiable que lucir con abiertamente y con orgullo, fuera del armario. Pregunta al aire, ¿por qué no hablamos tanto de los casos de éxito?
Mientras meditamos sobre la cuestión, las doctoras Mar Mira y Sofía Ruiz del Cueto, de Clínica Mira+Cueto, nos ponen sobre la pista de este sendero médico-estético en que la naturalidad se adoquina con armonía y sutileza.