La industria textil es la segunda más contaminante del mundo según la ONU, nuestra ropa produce sopa de microplásticos en el mar, y está en nuestra mano reducir el consumo y los residuos, reutilizando modas pasadas y prendas ya fabricadas.
No sólo es un ejercicio divertido: también va a favor del cuidado del planeta. Darle una segunda oportunidad a la ropa se puede considerar un acto de justicia poética y social.
Comprar ropa de segunda mano no sólo te hace tener un armario sostenible, y acreedora de múltiples “qué mona va esta chica siempre”. También tiene un impacto cero en las emisiones de carbono y ‘te quita’ de participar en negocios cuestionables.
Es muy difícil ver el documental The True Cost (2015, se puede alquilar o comprar online) sin sentirse impelida a hacer examen de conciencia. Quizá ya supiéramos que la industria de la moda es una de las más contaminantes del planeta, pero puede que se nos escaparan detalles como que los gigantes del fast fashion deslocalizan las fábricas y explotan contratan mano de obra barata que suele provenir de población vulnerable: mujeres y menores que trabajan en condiciones infrahumanas. Estos mismos gigantes de la compra de ropa compulsiva se aseguran de que cada temporada dure menos y cada vez haya más y más renovación de prendas. ¿No te llama la atención que cada vez que entras en [inserta aquí alguno de los nombres que estás pensando] haya ropa nueva? ¿De dónde diablos sale? ¿Cómo y dónde la fabrican? ¿Cuánto nos cuesta como sociedad? Quizá ese precio tan seductor expresado en decimales de la etiqueta esconda una situación muy turbia.