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Empieza a llegar el calor y una de las opciones más interesantes para refrescarnos es la sandía. Es la reina de las frutas veraniegas, a todo el mundo que conozco le gusta y además cae simpática, parece un balón de fútbol o una bola de billar, tiene rabito y la primera cata te sirve de boina. Su textura es muy agradable al paladar y lo único que a veces no gusta es el tema de las pepitas, pero ahora ya las hay sin ellas.
Una de las cosas que más gracia me hace es ir a un mercado y ver a la gente elegir la sandía ideal, le dan vueltas, la aporrean, se la acercan a la oreja a ver si cruje, todo un ritual para terminar preguntandole al que las vende si es buena. Que casi siempre va a decir que sí. Pues resulta que para saber si una sandía está madura uno de los trucos es precisamente golpearla y que suene a hueco. Las sandía es una fruta que necesita recogerse ya madura, no antes de tiempo y esperar que lo haga en una cámara. Otra pista para saber si nos va a salir buena o no es la mancha de la cáscara que ha estado en contacto con el suelo, debe ser de un color amarillo cremoso, si es blanca o verdosa indica que ha sido recogida antes de tiempo y pueda ser insípida.
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