Comilonas, alcohol, falta de descanso, frío, calefacción a tope, un rato largo en el rincón de los apestados (esto es, sí, ese coqueto espacio donde hace frío y se está incómodo, prácticamente el cuarto de las escobas, que se reserva para los fumadores de la casa), otro polvorón, que a nadie le amarga, otra copichuela, la última, y la última, y el ibuprofeno del “no vuelvo a beber más” del día siguiente, y otra noche sin dormir más, y vuelta a empezar. Ay, qué de excesos nos hemos concedido y qué bien nos lo hemos pasado esta Navidad. ¿Tú qué tal? Porque yo este año pipa, con el hacha de guerra en mano 24/7.
La que no presenta tan buen aspecto como hace dos semanitas es mi piel. La veo más apagada y macilenta, por no hablar de las decorativas ojeras que me llegan hasta la nariz, la molesta aparición de algún granito que otro o la falta de tersura.
Hay que volver a levantar el imperio y para esto hacen falta buenas herramientas. Vamos a lo potente, lo cargadito de poderosos activos capaces de devolver la lozanía y luminosidad perdida. Vamos con los sérums.