Hacer escala en The Lab Room siempre supone un paréntesis en el ajetreado ritmo cotidiano. Si te encuentras con Mónica Ceño, su propietaria, la experiencia se completa entre anécdotas, risas y su reconfortante espíritu a motor de tracción. Da igual lo cansada que llegues: ella pone de buen humor.
¿Cómo se podrá ser empresaria de éxito, alquimista botánica, escritora y ser humano sin haber renunciado a la maternidad (de ¡tres!) y a ese entusiasmo tan contagioso? Ni idea, debe ser una carambola astral o algo así. Pero si su cosmética, a base de aceites esenciales extraídos con mimo, ya es recomendable y honesta, cuando conoces al alma mater te das cuenta de que además tiene que ser eficaz.
The Lab Room no sólo es profeta en nuestra tierra, también se hecho hueco entre las estanterías beauty de la muy de culto Fred Segal (Los Ángeles) y ha iluminado las pieles de cine de las actrices en Cannes y los Golden Globes.
De éstas y otras aventuras quijotescas, estuvimos charlando en el corazón de The Lab Room.