La cantidad de alcohol segura para la salud se aproxima mucho a cero. De verdad que siento tener que decirte esto. Mide tus copas de vino y champagne y los vasos de cerveza, porque seguro que algún trago cae entre celebración y celebración. Siempre a tope cuando toca, Sancho, pero con prudencia.
La evidencia científica señala que el riesgo de sufrir fibrilación auricular, miocardiopatía, ictus y otras complicaciones de salud aumenta notablemente con el consumo de alcohol.
Lamento ser portadora de malas noticias, pero según se ha expuesto (con todo lujo de estudios) en el 42 Congreso Nacional de la Sociedad Española de Medicina Interna, el alcohol es de lo peorcito posible para la salud cardiovascular. Los médicos internistas son taxativos en el ‘slogan’ que dirigen a la población: “cuanto menos alcohol, mejor”.
Te acordarás de la publicidad positiva que tuvo y tiene el consumo de vino tinto merced a los polifenoles, esa sustancia antioxidante de la uva que, en cantidades moderadas, como se añadía y añade, es capaz de engrasar el engranaje del corazón y dejarlo como el de un bailaor de flamenco. En el Congreso se ha dedicado especial esfuerzo a rebanar de un corte seco la cabeza de ese títere, alegando que los estudios al respecto son escasos y sesgados y recomendando con énfasis que lo saludable es no consumir ningún alcohol o bien reducir la ingesta a tomas esporádicas.
Entrando en la experiencia empírica, reconozco con tristeza que cada vez me sienta peor el alcohol. Lo sé porque lo noto y porque me lo dice mi reloj inteligente. Haz la prueba si tienes uno: cada noche que bebo una o dos copas de vino, mis pulsaciones aumentan y la calidad del sueño disminuye.